El arbitraje es una alternativa rentable a la litigar tradicional, donde un árbitro cualificado resuelve disputas en lugar de un tribunal. Por lo general, es más rápido y menos costoso que los juicios, ofreciendo flexibilidad para seleccionar un árbitro o un panel con la experiencia relevante. Muchos contratos incluyen cláusulas de arbitraje obligatorio, que pueden limitar las opciones legales, a menudo favoreciendo a la parte que redacta el acuerdo. Los foros de arbitraje varían en reglas y procedimientos, haciendo que la elección del foro sea crucial. Si bien los laudos de arbitraje deben ser confirmados por un tribunal para ser ejecutables, tienen opciones limitadas de apelación, reforzando la importancia de seleccionar al árbitro adecuado. El proceso es más ágil y confidencial que un juicio, pero su flexibilidad puede llevar a imprevisibilidad. Una vez confirmadas, las decisiones de arbitraje tienen el mismo peso que los juicios, destacando la necesidad de una preparación exhaustiva. Los tribunales rara vez anulan los laudos de arbitraje, por lo que el papel del árbitro es crítico para garantizar la equidad y la experiencia en el proceso de resolución.